Historia universal - Volumen4 - Página 73 - Cesare Cantú, Francisco de Paula Mellado (Madrid) - 1847
La
relación que hace Farez en el Baharistan contiene un hecho análogo. Cuenta que habiéndose hecho
dueño Alejandro de una ciudad la abandonaba al ...
Cuenta
Mirkond, que un hombre mal vestido presentó a Alejandro una petición bien
redactada, y que habiendo admirado el príncipe tanto el estilo como las ideas, le
dijo después de haberle considerado y mirado de pies a cabeza: ---- Si te hubieras
presentado delante de mí con un vestido tan decente como aquel con el que
cubres tu pensamiento, tu presencia me hubiera sido más agradable.---- El
suplicante replicó al momento: La naturaleza ha dado a vuestro servidor la
habilidad del estilo que elogiáis; a vos cuya generosidad es conocida de todos,
pertenece darme un vestido digno de aparecer delante de vos.---- Esta justa y
moderada respuesta agradó a Alejandro, quien no solo le hizo don de un
magnífico vestido, sino que también unió a ello una considerable suma.
La relación que hacer Farez en el Baharistan contiene un hecho análogo, cuenta que habiéndose hecho Alejandro dueño de una ciudad la abandonaba al furor de sus soldados cuando los cortesanos le dijeron que un ilustre plebeyo tenía en su casa. Le hizo presentarse y encontrando que su aspecto no correspondía a su reputación, se volvió hacia sus cortesanos preguntándoles: --¿Qué es lo que me habéis traído aquí? Picado entonces el filósofo improvisó estos versos.
Oh príncipe, cuya inteligencia no iguala a
la fama.
¿Por qué mi aspecto te inspira desprecio
hacia mi persona?
¿No sabes que nuestro cuerpo no es más que
la cubierta de una alma invisible?
¿Por qué juzgas del filo de una espada solo
por la vaina?
Y
añadió en prosa: “Puede decirse de un
hombre falto de virtud, que su cuerpo es
una prisión tan desagradable al alma que cualquiera otra reclusión le parece
libertad. Experimenta el malo continuos tormentos y no se necesita para castigarle,
guardias ni verdugos; pues su piel le forma una prisión de la cual en vano
intentaría salir”
Y Después: “Nada es más razonable que
envidiar a los demás los dones que les concedió la naturaleza: El pecho del
envidioso está siempre lleno de despecho contra el Criador. Cree que todo lo
que los demás poseen ha sido mal dividido, y desea lo que no le ha tocado. Como
es la costumbre de los envidiosos, criticar o vituperar a aquél que gobierna y
rige al mundo con infinita sabiduría, la boca que así murmura de la Providencia,
no merece otra respuesta que llenarla de tierra. Un hombre de tal carácter exclama
con motivo de cualquier felicidad que sucede a su vecino o prójimo: ¿Por qué
éste ha de tener más que yo?”
Detúvose en estas palabras y Alejandro que
admiraba tanto su valor como su sabiduría, le mandó que continuase, aprobando lo
que había dicho. Volvió pues, a tomar la palabra: “El sabio da parte de sus
riquezas a sus amigos en tanto que goza de la vida. El avaro acumula locamente
sus tesoros para sus enemigos. Las burlas que los grandes hacen de los
pequeños, son en contra de los mismos grandes y dispensan a los demás consideraciones
que se les deben. Aquel que se cansa en maltratar de hecho a aquel que no puede
devolverle los golpes, será fácilmente maltratado cuando encuentre quien se
atreva a resistirle; y aquel que acuchilla a los demás; un día llegará en que
sienta cuán doloroso e injusto es este trato.”
Entusiasmado Alejandro con este discurso
perdonó a los ciudadanos que había condenado a muerte y recompensó al filósofo
por su consejo que le había dado.
https://books.google.com.mx/books?id=sgT-HcQ1zxQC
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